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Claman justicia por presos cubanos desde Playa Girón

- Presentan poemario Un lugar de retiro, de Antonio Guerrero

Era la tarde del miércoles 13 de abril en la salita del Museo de Playa Girón. Poetas de toda la provincia desembarcaban con su Ruta de la Poesía dedicada a los 50 años de la victoria, y tres mujeres sentadas en primera fila escuchaban atentas mientras esperaban su turno.

Ellas libran su batalla contra el imperialismo yanqui desde todas las tribunas del mundo donde se les permita expresarse. Son Mirta Rodríguez y Maruchi Guerrero, madre y hermana respectivamente de Antonio Guerrero; y Rosa Aurora Freijanes, esposa de Fernando González.

Llegaron hasta la Ciénaga de Zapata para presentar el poemario Un lugar de retiro, de Antonio Guerrero, volumen de Ediciones Matanzas, financiado por la sede matancera de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA). Un libro que es la voz del sentimiento de los Cinco hermanos que ya van a cumplir 13 años de injusta prisión en cárceles del imperio.

Luis Octavio Hernández, presidente provincial de la ACAA y abanderado de la lucha por la liberación de Antonio Guerrero, René González, Ramón Labañino, Fernado González y Gerardo Hernández las acompaña en la presentación.

Con la voz entrecortada Mirta cuenta pormenores de su reciente visita a Tony, de lo triste que ha estado su hijo desde el fallecimiento de su abogado Leonard  Weinglass, que era como parte de la familia y de cómo a su hija Maruchi no la dejaron entrar a la prisión un día por “ciertos enredos” con su nombre. 

“Para mí es un honor estar en un lugar tan cercano como es la Ciénaga, y en un momento tan especial, al cumplirse 50 años de nuestra segunda victoria, porque la primera fue la del primero de enero de 1959”.

Y antes de terminar se disculpó por hablar tanto. “Creo que es una forma que yo tengo de comprobar que en este camino, lo más importante para nuestras vidas y la de nuestros hijos es que no estamos solas, que tenemos un pueblo y una dirección de gobierno atentos a esta injusticia”

En ausencia de Tony, Maruchi lee dos poemas como regalo y agradecimiento y “porque sé que mi hermano lo hubiera hecho como uno más de ustedes si estuviera aquí”.

Rosa Aurora Freijanes, con el rostro fuerte y la voz firme reflexiona sobre los años que se han  perdido, el dolor, la imposibilidad de dos de las esposas de los Cinco de visitarlos en prisión, en los hijos que no tuvieron a sus padres con ellos, o en los que ya no nacerán. Ella pide compromiso desde el corazón; es la súplica del amor y la impotencia.

Rosa recuerda el caso de Nelson Mandela: “no fue la justicia sudafricana sino el clamor mundial lo que liberó a Mandela”.

Por eso ella pide, desde Girón, donde se demostró que es posible derrotar al mayor imperio del mundo, “necesitamos ese clamor, ese apoyo, esa ayuda y lo único que les pido es que sigan a nuestro lado, no nos suelten de la mano, y reclamen ¡libertad ahora!, ¡libertad ya!, ¡este no es tiempo de pedir justicia!, porque a esta altura ¡¿de qué justicia estamos hablando?!”.

Muchas lágrimas corren del lado de la audiencia. Cenagueros, poetas, artistas plásticos, periodistas, trabajadores del museo y niños presentes quedan conmovidos por la fortaleza de las tres mujeres, sobre todo por la de Mirta Rodríguez, esa madre que con casi 79 años sigue recorriendo mundo para que se sepa que su hijo Antonio Guerrero y sus cuatro hermanos son inocentes.

Y aunque nadie lo dice, esa tarde, en ese rinconcito glorioso de la Ciénaga, queda la promesa de cumplir con ellas, de levantar las voces para que los Cinco presos cubanos vuelvan a Cuba lo más pronto posible.
 


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